San Marcelo, patrono de la ciudad de León, es una figura que permanece en un insólito olvido a pesar de su significación. Y sobre ella existe además una extendida confusión, por lo que es necesario aclarar que San Marcelo es patrono de la ciudad, San Froilán lo es de la diócesis y la Virgen del Camino de la provincia leonesa.
San Marcelo recuerda la historia incómoda, para la ciudad, de su pasado romano y quizá por ello su festividad no se conmemora más que por algún acto religioso de escasa difusión y una nula repercusión en la ciudad.
Se conservan varias copias de las actas de su martirio, "Passio Marcelli" entre otros lugares en la Catedral de León, que son en realidad de época muy posterior a los acontecimientos, lo que no deja de suscitar dudas a los investigadores sobre su verosimilitud, aunque en líneas generales se aceptan por buenas.
San Marcelo, centurión de la legio VII, profesaba su fé cristiana, supuestamente en secreto. Pero con motivo del aniversario del emperador, en el que se debían hacer sacrificios, revela públicamente sus creencias y se niega a hacer los sacrificios por ir en contra de su fé, arrojando su sarmiento de vid, elemento que le identificaba en su rango de centurión, su cinturon (balteus), que identificaba a los militares y su espada, que denomina spata, sorprendentemente el nombre preciso del arma desde el siglo III, cuando ya se había abandonado el gladius, espada corta, por otra más larga.
Esto ocurrió, siguiendo las actas martiriales, "ante principia", es decir, el cuartel general de la legión, lugar atestiguado en la ciudad por la arqueología, y edificio donde se encontraba el recinto sagrado donde se custodiaban las insignias de la unidad, las aras e imágenes del emperador donde normalmente se hacían este tipo de actos oficiales del ejército.
Otro detalle de interés es la denominación de su condición de "centurio ordinarius", también atestiguado en el ejército, al menos altoimperial, de centurión que comandaba una centuria de soldados. Además de éstos existían otro tipo de centuriones con nombre específico, como los "primi ordines" que eran los centuriones de la Iª cohorte.
Al reiterarse en su decisión fue arrestado y transladado a Tánger, que en este periodo dependía de la administración hispana, un detalle histórico bien conocido. La acusación, en realidad, era abandonar su condición militar, mediante el hecho de arrojar los elementos identificativos, con todo lo que ello implicaba. Sería una especie de "objetor de conciencia" por su condición de cristiano. Pero en la época el abandono del ejército tenía como castigo la muerte, por lo que se le condenó a muerte decapitado. Su ejecución se realizó el 29 de octubre del año 298, dia que se ha tomado para su festividad.
En León existe una iglesia consagrada a este santo, situada extramuros del recinto campamental romano, que ya en el siglo IX es considerada muy antigua y se restaura, lo que significaría su origen anterior en el tiempo, aunque no está claro su origen exacto.
En 1471 tropas portuguesas descubren en Tánger el sepulcro de san Marcelo, cuya lápida rezaba: "A Marcelo, mártir de León" y en 1.493 el rey Fernando consigue transladar el cuerpo del santo desde Tánger a su iglesia.
El templo actual es obra del siglo XVI, trazado por los maestros Juan del Ribero y Baltasar Gutiérrez, constituyendo en la actualidad uno de los ejemplos renacentistas más destacados de la ciudad.
Las actas del martirio o la tradición dan otros detalles sobre esta figura. Nos transmiten que su vivienda estaba en la actual calle Ancha, donde actualmente se encuentra la capilla del Cristo de la Victoria. Y también se nos dice que el "pretorium" se situaba en la zona sur del campamento, aunque esta denominación y localización no encajan con los edificios romanos conocidos, a menos que se trate de una interpolación posterior.
Sobre la familia de San Marcelo hay que señanalar que se dice esposo de Santa Nonia y doce hijos, santos, muchos de ellos también martirizados, como san Claudio, otro personaje que mereció la construcción de un monasterio en su memoria, hoy desaparecido, de muy remotas raíces, quizá romanas o visigodas.
La crítica histórica posterior parece coincidir que esta serie de mártires debieron ser en su día figuras individualizadas, quizá sin más relación con el centurión, a los que reinterpretaciones posteriores agruparon como hijos del santo romano.
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